lunes, 30 de abril de 2012

Más huesos en el desierto

Por Sergio González Rodríguez en su blog Multiverso
www.fronterad.es
30 de abril de 2012

Casi ningún medio de comunicación resonó una noticia de la frontera de México y Estados Unidos: las autoridades locales reportaron el 16 de abril de 2012 el hallazgo de los restos de doce distintas mujeres. Varias de aquellas estaban reportadas como desaparecidas.

El hallazgo se dio “mediante diversos rastreos” en Valle de Juárez, un territorio desértico al sureste de Ciudad Juárez en el que opera el narcotráfico. Las víctimas son: Deysi R., de 16 años; Yasmín T., de 17; Idali J., de 19. Las muchachas desaparecieron en 2010 en zonas urbanas.

Las autoridades identificaron a otras víctimas: Lisbeth A., de 17 años, desaparecida en 2009; Andrea G., de 15, desaparecida en 2010 y Jessica Leticia Peña García de 15, desaparecida en 2010 mientras buscaba trabajo en la zona centro de Ciudad Juárez.

El perfil victimológico de las muchachas reitera el patrón que, desde los años noventas del siglo anterior, se ha presentado en esa localidad y está asociado al feminicidio. A pesar del empeño de las autoridades por mantener en bajo perfil la noticia, queda claro, otra vez más, que el fenómeno de los asesinatos sistemáticos contra mujeres se mantiene en Ciudad Juárez tanto como la impunidad al respecto.

De poco ha valido que las autoridades locales y estatales, avaladas por la Federación, hayan manipulado los hechos a lo largo de los años para minimizar e incluso negar el problema. Cuando estaba en campaña para llegar a la presidencia de la República un lustro atrás, el presidente Calderón se comprometió dentro y fuera del país a solucionar tales asesinatos. No sólo incumplió su promesa, sino que su gobierno se ha negado a responder la sentencia de 2009 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en relación a tres víctimas del “Campo Algodonero” de 2001.

Y a lo largo de estos años, ha tratado de manipular y relegar la demanda de justicia de las familias de las víctimas a través de procedimientos burocráticos o simple negligencia. Ante la noticia del hallazgo reciente de restos de aquellas víctimas, ante la demostración insistente de un drama que continúa, ha crecido el silencio de las autoridades.

O el falso asombro de quienes hablan del problema como si fuese un asunto nuevo, como si no existiera el trabajo al respecto de las personas en México y en el mundo que han investigado el asunto con profesionalismo y seriedad, u otros que han llegado a revelar a los responsables del feminicidio, criminales y personajes poderosos que han contado con la protección de las autoridades mexicanas al más alto nivel. 

Por lo demás, aquellos que en estas últimas dos décadas (y entre los cuales se encuentran periodistas, académicos, políticos de diversos partidos, funcionarios e incluso mujeres que se dicen feministas), se han dedicado a desacreditar e incluso infamar a quienes han estudiado el problema de Ciudad Juárez y el drama de las asesinadas, deben encarar una verdad incontrovertible: quien niega el exterminio, es parte del exterminio. Contra el silencio cómplice de las autoridades y sus voceros, sus compañeros en la vileza, queda la memoria y el grito de las víctimas.

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