La inexistencia de políticas públicas para atender de manera integral
la problemática juvenil y la idea de los tecnócratas de que a partir
del 2010 el país arribaría al “primer mundo” gracias al ímpetu de la
juventud, fue falsa. Todo se derrumbó para ese sector de la sociedad:
hay más de ocho millones de ninis, no hay empleo, oportunidades,
cultura, no hay nada que ofrecerles. Es más que oportuna la pregunta
que lanzó una vez el poeta Mario Benedetti, ¿qué les queda por probar
a los jóvenes en este mundo de paciencia y asco?
Estos son “Los muchachos perdidos” (Debate 2012) de Eduardo Loza y
Humberto Padgett, que con cámara fotográfica y pluma en mano, hicieron
la mejor radiografía, nunca antes documentada, de los jóvenes en las
cárceles del DF. Son una veintena de historias que hierven los
intestinos y dejan sin aliento. Son casos de chavos en edad de
estudiar que prefirieron secuestrar como El Banda o robar autos como
El Moreno; asaltar una joyería como El Chente o vender dosis de crack
para comprarse 200 pares de tenis Converse como La Nena.
Eduardo y Humberto visitaron las “Corre” a lo largo de dos años con
una tesis: en los 80 se proyectó un México joven y ganador, pero al
final los números fríos ofrecen un rostro desolador. En las cárceles
más del 60% de la población tiene menos de 30 años, apenas 4 de cada
10 jóvenes asisten a la escuela, poco más de la cuarta parte alcanza
la licenciatura, el 60% de los jóvenes ocupados reciben menos de 120
pesos…
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