viernes, 18 de noviembre de 2011

Seguridad: la degradación sexenal

Por Ernesto López Portillo
17 de noviembre de 2011

Para todo efecto práctico, el mandato del presidente Felipe Calderón haconcluido. Ya es posible calcular saldos en cualquier sector. Para elcaso de la seguridad, la consistencia del titular del Ejecutivo federalha sido en verdad sorprendente. Inicia y termina haciendo y diciendobásicamente lo mismo. Parece que jamás hubo dudas y si las hubo nunca semostraron. Calderón decidió usar la fuerza del Estado al máximodespliegue posible, contra la violencia de la delincuencia organizada.Desde aquel exceso simbólico de la vestimenta militar en Michoacán, aunos días de asumir el cargo, y hasta el día de hoy, el Presidenteencarnó la representación de una visión reactiva llevada al extremo. Nohubo quién se lo dijera o no escuchó a quien le dijo que el desequilibrioentre reacción y prevención ha mostrado su fracaso de manera reiterada enel mundo entero. Luego de la mitad del sexenio, Calderón incrementó sudiscurso en torno a la integralidad de las políticas de seguridad, hastalanzar a su vocero a una defensa de la estrategia contra el crimen que noresistió el menor análisis. Alejandro Poiré nos dijo que había políticasintegrales porque había inversión social, como luego lo hicieron variossecretarios del gobierno federal, sin atinar alguno de ellos a explicarcómo concluían que gasto social más despliegue policial y militar esigual a política integral. Con ello se confirmaba la ausencia de algúnmodelo y metodología modernos propios de una política integral ydemocrática de seguridad.

El gran saldo es terrible: el perfil sexenal representa la degradación dela política pública de seguridad en una estrategia operativa. Tal es elfondo que explica lo sucedido. Y no es que Calderón, cuando llegó, hayaencontrado una política pública como tal, para luego llevarla a menos. Loparadigmático del asunto es que Calderón tampoco la construyó y encimaagregó la centralización del concepto de estrategia para, con el mismo,ofrecernos la etiqueta que ahora nos lleva a esta suerte de síntesishistórica. Vaya paradoja, él recogió el problema como nadie antes y almismo tiempo representó su más extrema simplificación. En términosorgánicos, es en la Secretaría de Seguridad Pública federal donde sealojó principalmente la ecuación errónea. Fue así como la estrategiapolicial encabezada por el titular de esa dependencia selló el destinodel sexenio. El problema no fue que se invirtiera en la creación de laPolicía Federal o que se construyera una plataforma tecnológica sinprecedentes. El problema fue que la operación policial en el ámbito civily de las Fuerzas Armadas en el militar se sobrepuso a la construcción dela política misma que, desde un espectro amplio, habría dado sentido,equilibrio y contención a la estrategia operativa. La degradaciónfuncionó, la seguridad no.

El sexenio que termina es una intensa representación simbólica del vacíotécnico que nos tiene, luego de más de 20 años de iniciada la crisis detemor, violencia e inseguridad, sin un diseño y operación articulados ymultiagencial en efecto capaz de demostrar la relación positiva decausa-efecto entre intervenciones del Estado y la crisis misma. A laausencia de la política pública integral soportada en resultados yevidencias, le acompaña la centralización del despliegue operativo que,por si fuera poco, tampoco cuenta, en su propio nivel, con un contextotécnico de evaluación empírica que revele lo que en verdad provoca, yasea en favor o contra la seguridad.

Si la o el próximo presidente de México no opera en sentido contrario, esdecir, construyendo la política pública integral y democrática y por esavía revirtiendo la degradación que centraliza la estrategia operativapolicial y militar, entonces inseguridad, violencia y delincuenciaseguirán reproduciéndose, incluso a consecuencia de la propiaintervención armada del Estado. Estamos al límite. Al tiempo.

@ErnestoLPV

Director del Insyde

No hay comentarios: