miércoles, 13 de julio de 2011

Desdoro internacional.

Estamos a semanas de iniciar el proceso que conducirá al cambio sexenal, sobre el que anticipamos turbulencias, acumuladas en la interminable transición a la democracia. Se transparentarán en medios internacionales retrocesos acumulados, mientras el análisis interno sigue pasmado en la violencia. La irrupción del crimen organizado detonó condiciones que han favorecido tropiezos en la construcción de instituciones que requería el país. Esta compleja tarea cambio cuando EEUU decidió cambiar las rutas de la droga andina para salvar a Miami, endosándonos la condición de país de transito a través de carteles mexicanos Esta nueva ecuación, significó el abandono de las reformas estructurales que se requerían.

Las nuevas variables rompieron equilibrios, que se habían creado para conducir un desarrollo político pausado, capaz de romper ataduras de un sistema asentado por décadas en el autoritarismo. Es innegable que los avances no se explican por casualidades, sino como compromiso de fuerzas sociales. La credibilidad del juego abierto de partidos se debe al IFE, que superó avatares electorales, apoyándose en la observación ciudadana, hasta consolidar su confianza que ni las ambiciones partidarias han desvirtuado. El espectáculo obsecuente de sus consejeros, no ha logrado erosionar la confianza en la maquinaria electoral de la institución. Existe la posibilidad de que la contaminación generada por tortuguismo del legislativo en la designación de consejeros lo afecte. La inminente transición en el Tribunal Electoral, que ha preservado su credibilidad interna y externa, puede sucumbir si se perciben manejos turbios.

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