viernes, 24 de junio de 2011

El silencio de las inocentes

Cualquiera pensaría que las estudiantes universitarias se encuentran seguras en su escuela, que los peligros están afuera, en las calles. Pero esto no es verdad.

Los peligros que se encierran en la aulas tienen que ver con la violencia – mucho más allá del bullying – con esa violencia que se ejerce principalmente contra las mujeres, por ese simple hecho: haber nacido en cuerpo de mujer, y que se ejerce contra su cuerpo de mujer.

Si algo tienen de semejanzas ambas violencias es que el o los agresores acosan y violentan a la víctima cuando está sola, en los baños, en los pasillos, en el comedor, en el patio de la escuela, sin que nadie los mire, sin testigas o testigos, y que se realiza a través de la fuerza física, acompañada de insultos y amenazas, de amedrentamiento.

Muy pocas se atreven a denunciar tales hechos porque, de hacerlo, en la mayoría de los casos se enfrentan a la condena de sus propias compañeras y compañeros, y pasan de víctimas a culpables, además de que no confían en que la autoridades educativas actúen en su defensa y castiguen a los responsables, ya que como mencioné líneas arriba, no hay personas que sean testigas de tales actos.

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