lunes, 27 de junio de 2011

El pecado del Sicilianismo

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Ante el regocijo del statu quo frente a la aparente apertura del ejecutivo federal para escuchar al movimiento encabezado por el poeta Javier Sicilia, no me cabe la más mínima duda que leviatán se tragó a la joven y cuasi hippie tripulación del SS caravana. Sicilia, que ante el dolor de la perdida, ha decidido claudicar en el deseo de emancipación, presumiblemente nublado por la siempre toxica cosmogonía cristiana, el movimiento que encabezaba sirve hoy como aparato legitimador, como espectáculo mediático y como válvula de presión para evitar la erupción social.

No es que quienes vemos con reservas a tan sentimental movimiento seamos unos resentidos sociales, unos revanchistas morenos o unos violentos, nuestra única verdad es que estamos encabronados con una partidomedioeconomicocracia bestial. En primer lugar, nos debe causar decepción el hecho de que al parecer en México siempre tengamos que tener lideres, siempre un cabecilla, un caudillo mesiánico que podrá llevarnos a la salvación, ¡¿que no podemos encargarnos de nuestra existencia? ¿Qué acaso tenemos tanto miedo a la libertad?! ¿Porque debe existir un Marco, un AMLO o un Sicilia? La violencia no son los decapitados o las muertes, es la intangibilidad del miedo y la marea de la subordinación, es el recelo de unos contra otros, la muerte de la sociedad y el nacimiento de la fábrica, centrista, piramidal, perfecta manufacturera de una sociedad controlable y en “paz”.

¿Por qué Egipto si y México no? Mi hipótesis es la válvula de presión, no es que la gente no este cansada del sistema, es que en México el sistema ha sabido manipular la rabia y convertirla en esperanza, la esperanza en territorio nacional es mecanismo de control y moneda de cambio electoral. Hosni Mubarak no era el sistema, pero era el símbolo, era la figura que encarnaba la ira social, sus casis 30 años en el poder presumiblemente convirtieron su rostro en el rostro de la brutalidad. Sería ingenuo pensar que con la caída de un gobernante la estructura cambie, pero el acto de derribar al dictador refleja una restructuración psíquica de las estructuras de poder, renace el sujeto político. En México no se ha podido consolidar una figura quien refleje el cansancio, ya que en México, el metarrelato de la democracia ha funcionado como canalizador de la ira, aquí lo más cercano que tenemos a una figura representativa de lo que nos parece incorrecto, sería el PRI, sin embrago, una abstracción sin rostro no parece ser tan funcional para los fines emancipatorios como una cara humana.

En México el dialogo institucional y el buen ondismo gubernamental debe ser constantemente problematizado, ya que mientras su existencia se mantenga en el campo de lo virtual, debe rechazarse hasta que se dejen de diálogos y se comience a traducir en acciones el deseo de volver a ser una estructura socialmente legitima, no solo legal, económica, ni policial. Los movimientos como el de Sicilia están condenados al fracaso, pues no violentan las estructuras de poder, un movimiento que no sea crítico con la interfaz macropolítica será completamente inútil. La violencia que emerge de una sociedad con deseo de cambio debe ser una como la de Egipto, una que destruya las interacciones preexistentes y abogue por una restructuración de los flujos sociales, el caudillismo y la institucionalización de la ira solo servirá para reforzar al sistema hegemónico.

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