miércoles, 25 de julio de 2012

Editorial de Julio por Lucía Melgar


Porque parece mentira, la verdad nunca se sabe
y si se sabe, mejor no saberlo: de la Ley y su sentido

Hablar de Estado de Derecho en México es cada vez más articular un trabalenguas, decir lo inexistente. Sin necesidad de aludir a las elecciones que nos transportaron a Suiza en unas cuantas horas, para mayor gloria del IFE y del statu quo , y mayor frustración de quienes contamos votos (en el DF y con estudios superiores) hasta las diez de la noche (¿para qué?), se multiplican las pruebas de que esos textos llamados leyes  son mera letra sin sentido, patas de araña sin carne, manchas de un liquido que se malgasta por costumbre.

¿Para qué sirven las leyes en México?  ¿para justificar el empleo de legisladores, la permanencia de facultades de derecho y la reproducción de abogados?
Convengamos en que la pregunta es demasiado amplia y ameritaría más que un editorial. Enfoquemos entonces sólo un tipo de leyes: las que se ocupan de “prevenir, sancionar, erradicar” la violencia contra las mujeres.

¿Para qué sirven las leyes contra la violencia de género?¿para qué los múltiples folios nacionales e internacionales que despliegan sesudas definiciones de “la violencia”, sus tipos, modalidades, ocurrencias (por aquello de que ocurren, no de que el victimario las imagine), enlistan motivos y considerandos, acumulan cifras y datos duros acerca de la candente realidad? ¿Para qué los volúmenes y volúmenes de convenciones y tratados, códigos, iniciativas, reformas para “armonizar la legislación” estatal o nacional o para “aterrizar” las etéreas y bien intencionadas disertaciones internacionales acerca del problema de salud pública que aqueja a más de la mitad de la población del planeta?   (así es, ya no somos “minoría”).

La respuesta más sencilla sería “para nada” o “para todo”. En este país donde dice triunfar una minoría y declara el triunfo de “México”, esa doble respuesta no resulta ambigua sino todo lo contrario,  dice lo que es y lo que no es  la ley: todo y nada.

Para mitigar la confusión, estado del que estamos por demás saturados en estos tiempos, hagamos lo contrario de lo que acostumbran políticos y medios: dibujemos un contexto. La pregunta entonces no es sólo ¿para qué sirven las leyes en México?  sino ¿qué contexto invita a poner en cuestión el sentido de la Magna Carta y anexas? Y ¿ en qué contexto puede decirse que la ley no sirve para nada  o, al revés, que sirve para todo?


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