jueves, 28 de junio de 2012

Reflexiones iniciales en torno a #YoSoy132

Publicado el 28/05/2012 por Rossana Reguillo 



Las condiciones estaban dadas. Durante los últimos tres años las movilizaciones ciudadanas, muchas de ellas protagonizadas por jóvenes, irrumpieron en el escenario nacional sin que los poderes fácticos, la clase política y varios periodistas acusaran recibo. El tiempo de una ciudadanía activa no se inauguró con la visita del candidato Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana, tampoco el protagonismo juvenil que ya había llenado plazas y tomado por asalto el ciberespacio antes del periodo electoral. Ahí estaban las Redes Universitarias en Ciudad Juárez, ahí estaban los jóvenes caminantes que acompasaron su andar al paso que les propuso Sicilia y el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, ahí estaban los colectivos de jóvenes mujeres con intenso trabajo reflexivo y político en torno a los feminicidios, ahí estaban, también, los jóvenes del Voto Nulo que apostaron hace tres años a marcar con su voz disidente el espacio de la política formal. Estaban también los universitarios que no han dejado de ir y venir a Chiapas, que acompañan las luchas del pueblo wirraritari, que se oponen a las mineras, que organizan festivales, mesas de debate, caravanas. Están, por si fueran necesarias más evidencias, una blogósfera explosiva donde cada bloguero firma con nombre propio y contribuye a desestabilizar el espacio acartonado de las hablas “legítimas”.
Entender la rapidez y la magnitud del movimiento #YoSoy132 exige romper con dos de las principales lecturas que hoy marcan el debate público en torno al movimiento: la primera, que considera que “finalmente” los jóvenes mexicanos han despertado, como si se tratara de “bellas durmientes” que esperaban el beso de fuego de la realidad sociopolítica del país, ignorando o desestimando los procesos y movimientos que anteceden a #Yosoy132. Esta primera lectura, por mucho que simpatice con los jóvenes universitarios o con los jóvenes a secas, sigue siendo adultocéntrica y continúa regateando la intensa micropolítica que caracteriza muchos de los universos juveniles. Nunca estuvieron ausentes, nunca apáticos, nunca callados.

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