miércoles, 6 de junio de 2012

La conciencia; ¿cuestión generacional o de confort?

Por Lucía Raphael
en El Sol de México

A Lucio Harmodio Lugo, por un porvenir amoroso y justo. ¡Bienvenido a tierra! Nací en la época de la televisión, el disco de vinil, la BETA, el VHS y, mi primera computadora trabajaba con cassette. En términos de conciencia mi generación fue, con sus dignas excepciones, una desencantada, con un nivel de compromiso social delgado.

Nos enteramos, por ejemplo, de la matanza de Tlatelolco gracias a «Rojo amanecer». Aún recuerdo que en el intermedio, una joven reclamó a una señora de la edad de mis padres: «¿Por qué lo permitieron?» A lo que la mujer apenada respondió: «No nos enteramos, ¿cómo podíamos imaginarlo? Creímos que era un movimiento de revoltosos».

Esa parte de la sociedad, esa clase media, no tenía ningún interés en la política y su consciencia fue fácilmente formateada por los tres diarios, los dos canales y las cuatro radios que existían; interesados más en distraer que en informar. La semana pasada entendí que no se trata de un asunto netamente generacional, se trata de un asunto de falta de consciencia.

Porque los jóvenes de mi generación que hoy son adultos y forman la clase media, que en general es la fuerza de un país, en México siguen concentrando su atención en lo inmediato, en la satisfacción de sus necesidades básicas y los pequeños o grandes lujos que puedan alcanzar, darles una educación completa a sus hijos, y si pueden, comprar una casa, y mejorar su nivel económico.

Lo cual es loable y lógico, pero como en todos los desfases nacionales, olvidan que para que estos satisfactores puedan ser mantenidos en el tiempo, tienen que ocurrir en un país en el que no existan los niveles de pobreza que México tiene, en donde no haya la violencia y la desigualdad actuales, donde los ciudadanos seamos nosotros mismos guardianes de esa paz, de un progreso sustentable y, donde la diferencia de lo que poseen no sea tal insulto para los connacionales, que cause resentimientos dignos de una revolución (Oriana Fallaci).

 Lo que ocurrió en el 68 y los años que le siguieron, fue un brote de consciencia de personas que vieron con lucidez las diferencias. Lucidez que falto a quienes gobernaban, porque de haber estado abiertos y conectados con la realidad del país que dirigían, posiblemente hubieran evitado el horror que marco nuestra historia para siempre.

 La Generación que conforma el movimiento «#YO TAMBIEN SOY 132», es una generación de universitarios cuya educación les ha dado una mirada más lúcida, más realista, más consciente que las dos generación que les precedimos. Razones hay muchas: No sólo tuvieron maestros preparados y comprometidos, sino que nacieron y crecieron con el internet y, las redes sociales son para ellos como una segunda batería de neuronas integrada.

Ellos son facebook, twitter, internet, bluetooth, Wi Fi, iPhone... Pero no sólo eso, gracias a su relación con esas herramientas de la globalización han logrado trascender en ciertos espacios lo intrasendible. Han logrado comunicar, enterarse, procesar, codificar y decodificar lenguajes, formas, ideas, de un lugar a otro del planeta. Su lucidez para decriptar los mecanismo de control, proviene de la distancia de las cosas que les da; su formación universitaria por un lado y el conocimiento tecnológico, teórico y a nivel personal, que el acceso a esas herramientas de comunicación les otorga, todo esto sumado a las teorías humanistas, propicia la formación de consciencias más críticas.

 Por eso me entristece escuchar a personas de mi generación afirmar lo que aquella señora en el cine, dio como justificación a su ignorancia: -Creíamos que eran «universitarios manipulados»-.

¡Hoy tiene usted el acceso a la información de primera fuente, acceso que esa generación no tuvo para entender el 68. ¿Aprovechará el regalo de las redes sociales? o, ¿Decidirá convertirlas en un espacio social más, «de te y galletitas»? La Universidad es consciencia. ¡#YO TAMBIEN SOY 132!

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