lunes, 3 de octubre de 2011

Isabel Vericat y Lucía Melgar presentan NAR en el Festival Interzona de Tijuana

ISABEL VERICAT: Gritos en la plaza.

A medida que pasa el tiempo desde el regreso de Tijuana todo se vuelve más y más irreal. Ya no sé desde qué país escribo. Sólo sé que estoy escribiendo desde NAR, nuestro patio virtual común, la plaza que hemos construido entre todos para no quedar atrapados en el limbo del silencio y en la aceptación de una hiper-realidad que nos mata. Como en los estados traumáticos de shock, hay que hablar, sacudirnos, sin dejar de hablar para no caer en un coma letal.

Después de los 35 cuerpos torturados tirados en plena vía pública en Boca del Río, ¿acabará siendo una señal de tránsito “No tire muertos en el pavimento, aun cuando sean criminales”, con ejecutarlos basta, como dice el gobernador de Veracruz, quien defiende “este tipo de” ejecuciones (a criminales del otro bando)?

¿Se seguirá debatiendo si Twiter es un espacio privado o público, con libertad de expresión total o limitada, mientras se cuelga obscenamente de un puente vial los cuerpos amarrados de pies y manos de una mujer y un hombre “twiteros” en Tamaulipas?

Entre dos bardas crecen yerbas y sobreviven algunas plantas. Es el Jardín de la Amistad Binacional, según un letrero de este lado. Otro indica que las plantas que acá también crecen, un poco mejor, son “nativas”. Por esa zona , pegada a la playa, donde la barda llega hasta adentro del mar como si el agua pudiera cortarse en dos, separarse arbitrariamente, la barda es un tejido oxidado y endeble. De este lado, claro. Del otro, se alza, fuerte y resistente, bien pintada, con picos agudos, el muro, el Muro de Bush y Obama, fabricado con material de desecho de Afganistán o Irak.(las versiones varían, el referente bélico no). Ese muro, según nos contaron, acabó con lo que sí era el “parque de la amistad”: aquel donde se reunían las familias de ambos lados y podían tocarse, compartir comida, hablar.

En ese punto, hoy, bastaría dar una patada a la malla oxidada para que se cayera. No pasaría nada. Del otro lado del muro vigila la Border Patrol , las huestes del Homeland Security; arriba unas cámaras muy modernas apuntan hacia este lado. La barda mexicana es simbólica. La mantenemos, supongo, para simular que nosotros también podemos rechazar a esos otros; para disimular con ese trazo invisible y los pocos metros que lo separan del otro, nuestra debilidad e indefensión. La llaga, el muro, la barda, la frontera. Arbitraria, visible, simbólica, invisible.

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