sábado, 11 de junio de 2011

A la caravana le salen alas

Daniela Rea

Monterrey.- A las doce de la noche, las calles del centro de Monterrey fueron tomadas por una caravana de personas que a los ojos de los pocos citadinos aún eran unos temerarios acompasados al grito de “¡no más sangre!”, “¡queremos paz!”.

Era una fiesta ambulante con aplausos y consignas al son de una guitarra y una flauta. Los integrantes de la Caravana por la Paz --jóvenes, adultos, algunos niños-- se dirigían a la Procuraduría Estatal con 9 familiares de víctimas de desapariciones forzadas en Nuevo León a protestar y exigirle al titular solución a los casos.


La marcha tomó por sorpresa a la ciudad y sus autoridades. Fue convocada apenas terminó el mitin en la Plaza del Colegio Civil, donde durante dos horas continuas se escucharon voces desgarradas de madres con hijos y esposos desaparecidos, de padres con hijos asesinados.

Conforme avanzó la marcha a lo largo de cinco cuadras se sumó la seguridad: en la vanguardia iban dos patrullas de la Polcía Estatal y 3 camionetas Van --una de ellas acompaña a Sicilia desde Cuernavaca--; en la retaguardia una patrulla de la Policía Federal con elementos con armas largas y otra de la estatal. Pero el tráfico en los cruceros debió ser regulado por los mismos caravanistas, que tomados de las manos pararon los autos.

Por momentos, se olvidó que se andaba por las calles de una de las metrópolis más violentas donde, según los citadinos, a esta misma hora comienzan los convoys de los grupos del crimen organizado a barrer la ciudad. Tan sólo para ingresar a Monterrey, por Santa Catarina, 16 patrullas federales y estatales la escoltaron. Mezclados, iban tres automóviles de “halcones”.

Este salir a la calle, apropiarse de ellas. Que después de la tragedia no se encripte el dolor de las víctimas. Este acto no fue la anécdota de un grupo de jóvenes temerarios exigiendo justicia a media noche. Es una muestra de la resistencia civil pacífica, ese nuevo escalón de la movilización ciudadana a la que ha convocado el poeta Javier Sicilia. El primero desde que surgió el movimiento: tomar las calles, exigir a las autoridades, ponerlas a trabajar.

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