sábado, 26 de mayo de 2012

#YoSoy132… mil

Alejandro Rozado, que lleva desde Guadalajara uno de los pocos imaginativos registros (en aforismos) de la política nacional, se adhirió a las protestas que la semana pasada tomaron las calles no sólo en el Distrito Federal, sino en varias ciudades del país.

A dos semanas del M-11, lo que asombra no es sólo la fuerza y empatía que ha sido capaz de transmitir un movimiento civil, pacífico y siempre ecuánime, sino la brecha que separa a una generación muy joven que aprendió a ser ciudadana en las aulas y los recintos universitarios y una sociedad política atávica, grandilocuente y cercada por partidos absortos en el conteo de los ratings o en el miedo a perderlos.

 El balance de esta brecha ha quedado escrito en las aceras y en el hipertexto de las redes y su saldo es muy claro, muy sencillo; una estudiante de la Ibero lo portaba en una breve pancarta en la marcha de Santa Fe: ¡Nosotros hemos cambiado, ustedes no!

Con excepción de uno de los candidatos presidenciales, ninguno de los que bregan hoy por algún puesto de elección ha percibido que lo que se juega en las movilizaciones de #YoSoy132 es algo más que una mera sucesión presidencial; es acaso la posibilidad de retomar una reforma democrática que quedó anegada en los subterfugios de la política del sexenio que está por terminar.

Muchos de los que durante años hablaron de la necesidad de continuar el proceso de cambio, hoy cuando su posibilidad está en las calles, la ven con silencio, recelo y no sin cierto temor, esperando que a lo máximo cambie las inclinaciones y expectativas electorales, pero no el status quo que provocó que, hasta hace un par de semanas, esas expectativas estuvieran por los suelos.

 La crónica del #YoSoy132 ya exigiría muchas páginas. Baste aquí con señalar tres de sus momentos centrales.

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