miércoles, 11 de abril de 2012

Torturas, maltratos y otros abusos detrás de los «juicios paralelos»

Por Marco Lara Klarh

«¿Cómo es posible semejante infamia? ¡Ni siquiera estoy condenado! ¿Cómo pueden, entonces, tener el derecho de castigarme? Aquí nadie sabe todavía si soy inocente o no, y, si lo soy, ¿cómo puede ser que tengan el derecho a maltratarme?» ―se pregunta desolado el pintor Egon Schiele, maestro del expresionismo alemán, en Egon Schiele en prisión, relato biográfico que escribió su amigo entrañable Arthur Roessler sobre los 24 días de cárcel «preventiva» que aquel pasó en Austria, en abril de 1912, bajo acusaciones tan aberrantes e inconsistentes que se diluyeron y él fue absuelto.

 En México, las preguntas que se formula Schiele siguen siendo dolorosamente pertinentes. Durante estos días de asueto, conforme leía su traumática experiencia, que registró en una serie de sobrecogedores dibujos a gouache, acuarela y lápiz [como el que reproduzco, titulado «Perseveraré de buen grado por el Arte y por mis seres queridos»], pensaba en que todo eso que hace justo un siglo le parecía inaceptable, sigue siendo normal para el sistema de justicia penal mexicano, y que esa normalización de la brutalidad del Estado contra las personas imputadas de delito es posible por el trabajo que hacemos los medios y los periodistas a través de los «juicios mediáticos».

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