jueves, 1 de marzo de 2012

Artículo de Rodolfo Echeverría "Panismo episcopal; Episcopado panista"

PUBLICADO EL VIERNES 2 DE MARZO DE 2012

Es inocultable la plena identificación política y el compromiso radical existente entre El Vaticano, las cúpulas episcopales católicas actuantes en México y los segmentos ultraderechistas del PAN y su gobierno. Se necesitan de manera recíproca, se corresponden, se apoyan mutuamente. Actúan de consuno movidos por una estrategia planeada y ejecutada milímetro a milímetro.

Se trata de una conspiración histórica, tripartita, antilaica, aunque ya lo sabemos: ese pacto tiene perdida, hace centuria y media, la batalla política, jurídica y cultural. Cada socio protege a los otros dos. Cada quien busca rentabilidad política y está decidido a disfrutarla con sus aliados. Los angustia la inminente debacle electoral del PAN, sí, pero también los acicatea una aspiración --¿inspiración?-- de vieja data y largo alcance: recuperar para El Vaticano y para el alto clero local el poder político perdido en México.

Analícese el documento episcopal difundido el pasado 14 de febrero --"Orientaciones Pastorales del Señor Arzobispo Primado de México y sus Obispos Auxiliares sobre el voto responsable de los fieles católicos y personas de buena voluntad"-- y se advertirá el diáfano paralelismo existente entre ese texto y el lenguaje tradicionalista del PAN.

Ese lenguaje está recogido de manera literal en los principios de doctrina del PAN y, también, en las cotidianas expresiones verbales y escritas de sus ideólogos, dirigentes y candidatos. Esas "orientaciones pastorales" apelan al llamado "voto responsable". De ahí se inferiría que para esos clérigos hay votos irresponsables, quizá emitidos por ciudadanos carentes de responsabilidad.

Valdría decir: el obispado metropolitano divide, de entrada, a los ciudadanos calificando a unos como personas responsables y a otros como sujetos irresponsables. Los últimos serían quienes emitieran un voto favorable a cualquier otro partido distinto al PAN .

 El documento dirige sus palabras a "las personas de buena voluntad", como si tener ese carácter, en opinión de los curas, fuera requisito indispensable para votar conforme a tan desinteresada sugerencia pastoral. Y quienes votaran por otras opciones diferentes a la del PAN ¿serían ciudadanos de mala voluntad? En el curso de varios párrafos de su escrito, los pastores se solazan al acudir a la expresión "bien común" que, como sabemos, es una de las favoritas de la derecha.

 Hablan de "bien común" y lo hacen en lugar de referirse al interés público, fórmula jurídica y política concebida para definir a todo aquello que resulte beneficioso para la sociedad moderna y democrática en su conjunto. El voto de los fieles cristianos, según prescriben los obispos, "tiene que ser" consecuente con los dictados de la fe. Nótese: escriben "tiene que ser", es decir, no dejan alternativa posible. Deslizan de manera sibilina una orden tonante y pretenden desencadenar con ello una retahíla de equívocos, ambigüedades y temores.

 Una cosa es la intocable y muy garantizada y libre conciencia religiosa del ciudadano mexicano y otra es su voluntad política de votar por quien, a su autónomo juicio, debe gobernarlo o hacer las leyes del país.

¡Endemoniada confusión entre la política y la fe quieren asestarnos tan altos dignatarios!

 Para los obispos de la gran metrópoli la fe cristiana no puede estar separada "de la opción política". De ahí se desprende: por lo tanto, un católico "tiene que" votar por el PAN y, si así no lo hiciere, su conducta contravendría pecaminosamente los sagrados principios de su propia confesión. En consecuencia, los obispos consideran pecado no votar por el PAN.

 Los pastores del pueblo de Dios nos orientan en torno de "aquellos planteamientos políticos que, por sus implicaciones religiosas, contradicen las enseñanzas de la Iglesia Católica" y conminan a los feligreses a votar únicamente por sus candidatos --es decir, los del PAN-- quienes, entre otras cosas, sostienen: "sólo el matrimonio constituido entre un hombre y una mujer es la base de la sociedad humana y cristiana".

Según los obispos católicos, los bautizados homosexuales, lesbianas, transexuales y otras comunidades de mexicanos no forman parte de "la sociedad humana y cristiana". En consecuencia, están fuera de la Iglesia Católica: para ellos no habrá salvación. Más adelante exigen "un historial limpio a los candidatos" y en eso tienen sobrada razón, aunque antes deberían ponderar tan asépticos orientadores del voto católico si ellos, encubridores contumaces de graves delitos como la pederastia, están moralmente autorizados a lanzar su hipócrita primera piedra.

 ¡Votad por el PAN! pretenden instruir a su grey los obispos porque "los católicos deben estar atentos al compromiso de los candidatos de respetar el derecho a la vida desde el momento de la concepción" y, en consecuencia, considerar delincuentes merecedoras de la cárcel y de ser excomulgadas a cientos de miles de mexicanas --la inmensa mayoría católicas-- que cada año toman, a su pesar, el doloroso camino de decidir con libertad sobre su vida y su cuerpo.

 Más adelante orientan a los "fieles católicos" convocándolos a abstenerse de votar "por quienes son partidarios o promotores de falsos derechos y libertades" que atentan "contra las enseñanzas de la Sagrada Escritura". Tradúzcase así semejante amenaza: serán contrarios a la palabra de Dios los nuevos derechos, garantías y libertades que aún están por conquistarse al amparo de la investigación jurídica, la ciencia y la tecnología con el objetivo de hacer de la nuestra una sociedad democrática en verdad.

 Ya al final de su proclama política --que bien podría titularse "Instrucciones para votar por el PAN"-- los encumbrados clérigos decretan: sólo debe sufragarse por quienes "están a favor de una verdadera libertad religiosa", como si en México se prohibiera creer o se impidiera rezar o no estuvieran abiertos todos los templos para el ejercicio libérrimo del culto cotidiano.

 En el fondo --y también en la superficie-- los pastores obispales quieren inducir a los católicos a votar por quienes funden y confunden a la fe con la política, al Estado con la religión y exigen enseñanza confesional católica en las escuelas públicas, se concesionen a la clerecía nacional estaciones radiofónicas y canales de televisión y se paguen sueldos y se garantice todo género de prestaciones a los sacerdotes con fondos, provenientes del erario público, aprobados por los muy católicos y vaticanistas legisladores del PAN.

 Viejo y activo socio del alto clero político, el PAN vive tiempos muy difíciles en esta hora. Menguadas de manera progresiva sus posibilidades electorales, consciente de su debilidad estructural, cifra sus mejores ilusiones y complacencias en su alianza antilaica con El Vaticano y sus representantes en México. Protegido y estimulado por el PAN y por el gobierno de ese partido, el alto clero político busca la revancha histórica.

Qué paradoja: al abrigo de las dos administraciones de la derecha, la cúpula clerical ha visto crecer artificialmente su influencia política en el seno del gobierno, mientras, en la realidad, pierde adeptos y eco social de manera acelerada. El IFE y la Secretaría de Gobernación están obligados a proceder de inmediato en cumplimiento de inequívocos mandatos constitucionales y con arreglo a lo establecido en el COFIPE y en la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público. Esas instancias deben hacer un severo extrañamiento y sancionar al arzobispo y a sus también eminentes congéneres y constreñirlos a cumplir las leyes laicas de la República.

 La clerecía política debería consagrarse --esa es la palabra adecuada-- a ejercer su labor estrictamente espiritual y olvidarse de las poco cristianas provocaciones y de los manifiestos políticos oblicuos, como el documento de marras: una verdadera proclama electoral violadora de todas las leyes laicas de la República. El PAN debería recordarlo: sus fundadores lo concibieron como partido laico.

El Vaticano debería aceptar que la mexicana es una sociedad secularizada y los electores, en suma, deberían dejarse influir sólo por su conciencia ciudadana libre y crítica, informada y moderna. Con las palabras siguientes finaliza la excitativa electorera lanzada por la curia arzobispal de México: "Pidamos al Espíritu Santo su luz y sabiduría para que, conforme a nuestra conciencia cristiana católica, sepamos discernir y emitir nuestro voto, eligiendo responsablemente a los gobernantes que requiere nuestro país".

Lo anterior equivale a incitar: ¡Votad por el PAN, sólo por el PAN, y así no pecareis hijos míos: ganaréis, en cambio, muchas indulgencias! Es muy clara la estrategia tridimensional de la derecha: que El Vaticano vuelva a mandar en México, que los obispos católicos recobren el poder político y que el PAN no pierda las próximas elecciones.

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