lunes, 30 de enero de 2012

Esto no es un epitafio, sino una idea

Por Marco Lara Klahr

 En mi camino de reportero he sentido las palabras desesperadas, las miradas temerosas, los ademanes trémulos de colegas a los que poco después desaparecieron o mataron. Sus comunidades -el gremio periodístico incluido- han respondido casi siempre con la indiferencia o el linchamiento moral, acusándolos de corruptos, atribuyéndoles la responsabilidad sobre su lamentable fin, sugiriendo que lo merecían. Esta manera colectiva de legitimar nuestro silenciamiento como periodistas -tantas veces perpetrado por funcionarios o políticos aliados con criminales- dibuja una sociedad claudicante de su derecho a la información, y falta de compasión y coraje cívico.

En parte, se explica porque los periodistas, sumisos a los medios, solemos estar de hecho más cerca del poder; quizá la comunidad nos protegería y reivindicaría nuestra memoria si sintiera como propios los agravios en nuestra contra. Indaguemos si el ejercicio de un periodismo socialmente responsable, al ocuparnos de los problemas cotidianos de la gente, nos proveería de un entorno más seguro y digno. Hacerlo nos permitirá, en todo caso, honrar de forma verdadera a nuestros colegas caídos.

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