lunes, 17 de octubre de 2011

La teoría de la guajolota

por Manuel Gil Antón

En Pulso Universitario

Lo hemos escuchado todos y muchas veces. No ha faltado su reiteración en este aniversario de la SEP. Se afirma que en los 90 años que lleva la dependencia, lo primero que hubo que hacer fue atender la cobertura de educación básica y ahora toca el turno a la calidad. Esto es mentira. Y hay que difundirlo, pues tragarse esa rueda de molino atraganta, confunde y ofende.

PREMISA UNO: Durante décadas, la educación pública mexicana, en su nivel básico (Primaria y luego Secundaria) fue de muy buena calidad. Era la educación de todos los mexicanos que asistían a la escuela y muy pocos iban a las particulares: los que no querían, nada más, una educación laica; esto es, por razones confesionales y, en cierto modo, por la “distinción” social que confería. “Yo no voy a mandar a mis hijos a una escuela de gobierno”, se decía. Pero millones de personas aprendieron a escribir, leer, realizar cálculos aritméticos básicos muy bien, y adquirieron un sentido de pertenencia nacional hondo. Eran pocos, en términos relativos, y en ese entonces cobertura y calidad eran un solo factor. No se concebían separados ni separables.

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LA TEORÍA DE LA GUAJOLOTA: De este modo, cuando van unidas cobertura y calidad, de manera análoga a la nutrición, se aporta a los estudiantes una “dieta balanceada”: no se trata de “llenarlos a lo bruto”, sino de contribuir a su desarrollo cognitivo y personal. A los otros, a la mayoría, se les entregó (y entrega), cada día, una Torta de Tamal; los chilangos, a este producto lo llamamos Guajolota, que junto con un vaso de atole o champurrado, al expandirse, genera la sensación de estar saciado – sin hambre – pero sin el contenido de una buena alimentación, es decir, sin un proceso educativo de calidad. El pan y el tamal, unidos al engrudo, llenan el vacío para no sentir hambre, nada más. No se comen frutas y verduras, ni el contenido calórico y de proteínas necesario, sino que, como a los obreros que eso desayunan mientras esperan al microbús, los hincha sin alimentarlos. La cosa es evitar ese vacío que cala.

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